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domingo, 16 de outubro de 2016

ELECCIONES, FRAUDES Y EXPECTATIVAS NEBULOSAS EN BRASIL. (UN TEXTO DE OCTUBRE DE 2014)



Las elecciones presidenciales brasileñas del pasado 26 de Octubre me dejaron perplejo. Hablando claramente, no sólo las elecciones sino también la campaña. La actual legislación electoral brasileña le pone muchas cortapisas al libre debate acerca de los programas de gobierno. Sucesivas reformas a la ley originalmente promulgada por Getúlio Vargas en 1932, han desfigurado completamente el escenario abierto y democrático que debería ser la campaña electoral. La discusión sin tapujos, alrededor de los programas de los candidatos, es simplemente imposible. Cualquier candidato al cargo de presidente (especialmente si se trata del mandatario en ejercicio que busca la reelección) puede denunciar ante los Jueces Electorales a su adversario, si éste pone sobre la mesa, sin miedo y como al pueblo le gusta, (a “calzón quitado”, como se dice en Colombia), los puntos frágiles de su programa de gobierno. Este aspecto de la legislación electoral y, además, la absurda reglamentación acerca del tiempo disponible para los candidatos (vinculado al número de congresistas elegidos por sus respectivos partidos) hacen que el que asumió el control del Congreso busque eternizarse en el poder. Es la entropía electoral mejor montada de que tengo conocimiento.

Con este telón de fondo, no es raro que se sienta en Brasil un clima de insatisfacción generalizada después de las pasadas elecciones presidenciales, algo así como el bochorno que antecede a la tempestad. En primer lugar, la campaña fue puesta en un nivel de ataque puramente personal, sin que se le diera importancia a lo que debería ser discutido: los programas de gobierno de los candidatos, como ya fue seãnalado. Y la oportunidad era urgente para discutirlos. El responsable por ese clima de ataques personales, además del factor que acabo de mencionar (la legislación electoral) fue sin duda alguna el partido de gobierno, el PT. La máquina propagandística del Partido de los Trabajadores se ha especializado en destruir personalidades. Es una tecnología que los petistas importaron de Cuba. Al fin y al cabo José Dirceu, uno de los presos por el crimen del Mensalão I y que fuera Ministro de la Casa Civil de Lula, se especializó en Cuba en propaganda política y terrorismo. Ahora bien, en la campaña, los asesores de márquetin político de Dilma fueron bombardeando, uno a uno, a sus contrincantes más fuertes, con ataques puramente personales.

La primera en sufrir el fuego pesado petista fue Marina Silva, del Partido Socialista Brasileño. Ella recogió la herencia del fallecido candidato Eduardo Campos, víctima de accidente de aviación ocurrido en Agosto. Marina fue rápidamente identificada por el electorado como una “tercera vía”, socialista-democrática y diferente del partido de gobierno, que ideológicamente se ha colocado en una izquierda recalcitrante vecina a la ideología comunista, y que pragmáticamente se ha ajustado a la vieja corrupción, compartiendo el botín del desvío de los dineros públicos con su aliado tradicional, el Partido do Movimiento Democrático Brasileiro (PMDB), amén de una gama de pequeños partidos que atacan el presupuesto con el hambre intempestiva de las hienas. Marina se colocó en una posición  crítica de las prácticas nada republicanas de sus antiguos compañeros de viaje (fue ministra del Medio Ambiente del presidente Lula, en su primer mandato). Pero sintió el embate de los golpes bajos de la campaña de Dilma. Las preferencias del electorado por Marina eran significativas. Los sondeos de opinión la colocaban como la más fuerte concurrente a la presidencia después de Dilma, llegándola a superar en la prospectiva del segundo turno.

El segundo en sufrir el fuego pesado petista fue Aécio Neves, nieto del fallecido ex-presidente Tancredo Neves, que aparecía como tercero colocado antes del primer turno, pero que se consolidó en éste como el candidato de las oposiciones. Me impresionaron mucho las fallas de los principales Institutos de Pesquisa Electoral poco antes de ocurrir el primer turno. Aécio aparecía como descartado. Pero no ocurrió así. Las redes sociales denunciaban que el gobierno había pagado a los más importantes institutos de pesquisa de opinión, para que en la revelación de las pesquisas parciales fueran favoreciendo a la candidata oficial, a fin de ir sensibilizando al electorado con una ventaja mayor de ésta, que la que realmente los datos estadísticos revelaban.

La verdad es que el PT se volvió contumaz comprador de los institutos de pesquisa que otrora auxiliaban al Estado con datos sobre las políticas económicas y las mudanzas sociales. Los dos más importantes institutos de esta orden en Brasil son la IBGE (Instituto Brasileiro de Geografía e Estadística) y el IPEA (Instituto de Pesquisas Económicas Aplicadas), ambos con sede en Rio de Janeiro. Cuando, en los años 70 del siglo pasado, dirigí el Instituto de Postgrado e Investigación de la Universidad de Medellín, llegué a mantener contacto con los investigadores del IPEA y quedé realmente impresionado con la seriedad de su trabajo. En años posteriores, en investigaciones que realicé en función de mis actividades como asesor parlamentario del senador José Richa (del antiguo MDB), durante la Constituyente de 1986-1987, utilicé ampliamente los datos publicados por el IBGE sobre desarrollo agrario en Brasil. Puedo dar testimonio de la objetividad indiscutible de los estudios de ese Instituto.

El PT, con todo, cometió la desfachatez de forzar la salida de los mejores investigadores de ambos institutos, a fin de substituirlos por “técnicos” a su servicio. Hoy en día, no se puede confiar ni en los datos del IBGE ni en los del IPEA. Los petistas lograron desnudar a esas instituciones de la seriedad que las caracterizaba. Se convirtieron en agencias de propaganda gubernamental, como lo ha hecho también en Argentina la presidente Cristina Kirchner, con los institutos de investigación oficiales. Los citados Institutos siguieron el mismo camino de servilismo a los dueños del poder que ha afectado al tradicionalísimo Itamaraty, el Ministerio de las Relaciones Exteriores brasileño. Durante los gobiernos petistas este Ministerio fue colocado en manos de políticos inescrupulosos que echaron por tierra la tradicional política de no alineación ideológica de la Cancillería, que solamente tomaba decisiones que defendieran los intereses estratégicos del país. Hoy en día el Itamaraty es apenas un apéndice de los intereses ideológicos y personalistas del Partido de los Trabajadores. Así, Lula alineó al Brasil al lado de los peores dictadores africanos y Dilma, en la pasada sesión de la ONU, en Septiembre, cometió la felonía de ponerse al lado de los terroristas del Estado Islámico, contrariando la posición de la opinión pública brasileña y obrando claramente contra los intereses estratégicos del Brasil. Un caso para impeachment.

Aécio Neves, ducho en peleas electorales, logró sobrevivir a la andanada de mentiras y calumnias que los marqueteros oficiales colocaron a disposición de Dilma Roussef durante la campaña. En vísperas del pleito, institutos independientes de pesquisa electoral le daban el triunfo a Aécio por lo menos por diez puntos de ventaja sobre su contrincante. En los debates habidos por la radio y la televisión, el candidato de las oposiciones simplemente apabulló a su contendora, que no lograba responder a las preguntas de su oponente sobre puntos importantes como: 1 - Políticas macroeconómicas para combatir la inflación y el desempleo, volviendo a la práctica de la austeridad en los gastos públicos y al estímulo a la libre iniciativa. 2 - Medidas que deberían ser tomadas para enfrentar la violencia en las ciudades brasileñas (cada año son asesinados más de 50 mil ciudadanos en este inmenso país, sin que la policía logre investigar más que un 5 % de los crímenes cometidos). 3 - Políticas de logística y de obras de infraestructura. 4 - Políticas de salud pública. 5 – Políticas en el área de la educación básica, media  y superior, y 6 – Reformulación de las relaciones exteriores del Brasil, que – como se ha informado - fueron colocadas por los petistas a lo largo de los últimos doce años en función de afinidades ideológicas y contra los intereses económicos del país.

Desde el principio de los debates electorales le di mi apoyo a Aécio Neves, por considerar que sería el mejor candidato para devolverle al país la esperanza perdida. Contrariamente a Dilma Roussef que, antes de ser presidente, no se había elegido para nada, habiendo sido colocada por Lula como pieza manejable en el tablero de sus opciones populistas, Aécio tiene larga experiencia como senador, diputado federal, gobernador del Estado de Minas Gerais, prefecto de Belo Horizonte, etc. Era fuerte mi esperanza de que Aécio fuera elegido. Y esta expectativa se fundamentaba en las investigaciones de opinión de los institutos independientes, así como en el parecer de periodistas experimentados y en mi propia captación del estado de ánimo de la sociedad. Todo el mundo ya está saturado con el populismo de los petistas y de sus coadyuvantes, especialmente con el ambiente de robo generalizado a los cofres públicos, practicado a la luz del día y con total desfachatez.

Cada crimen es más grande que el anterior. El “Mensalão I”, denunciado en 2005 y que ha llevado a la prisión a la cúpula del Partido de los Trabajadores, robó centenas de millones de reales. El “Mensalão II”, llamado también de “Petrolão” y que está siendo denunciado por haber hundido las finanzas y la reputación de la otrora próspera Petrobras, consta que desvió de los cofres públicos una cuantía mucho más grande que la del “Mensalão I”. El robo ya llega a la casa de los 10 y más billones de reales. Ahora bien, si tenemos en cuenta que el dólar americano es cotizado a 2,30 reales, los lectores han de concluir que los ríos de dinero robados por los petistas son verdaderamente caudalosos como el Atrato, en el Chocó colombiano. ¿Para qué tanta gana? En primer lugar, para llenarse los bolsillos, las medias, los calzoncillos y los calzones con millones de dólares y sacarlos del país (como acostumbran hacerlo los militantes del PT). ¡Al fin y al cabo, los petistas también son hijos de Dios! En segundo lugar, para “hacer una vaquita” y garantizarle al Partido de los Trabajadores los dineros suficientes para comprar la supremacía y la hegemonía política.

El día de las elecciones, por la noche, seguía con mi familia, por la televisión, el contaje de votos. Aécio comenzó ganando con una ventaja muy fuerte. Después, a medida que llegaba la hora de proclamar el vencedor, los datos simplemente desaparecieron de la tela. Decían los locutores que el Tribunal Superior Electoral no podía divulgar los datos definitivos, hasta tanto no llegaran los resultados de los lejanos rincones de la Amazonia. Y a las 8 de la noche, la sorpresa: ¡Dilma había sido elegida presidente, con estrechísimo margen sobre su opositor! Me recordé de las elecciones presidenciales de 1970 en Colombia, que fueron fraudadas por el gobierno en beneficio del candidato conservador Misael Pastrana, contra el candidato que aparecía como vencedor a la media noche, el general retirado Rojas Pinilla. Después de una intervención por la televisión y la radio del ministro de gobierno, prohibiendo la divulgación de datos, Pastrana apareció como vencedor a la mañana del día siguiente. Los resultados fraudulentos dieron lugar a una onda más de violencia en Colombia y consolidaron el surgimiento del grupo guerrillero M 19 entre cuyos fundadores se encontraban los militantes de la Alianza Nacional Popular, la ANAPO, que se sintieron víctimas de la maniobra estatal. La prensa, en las ediciones de los días siguientes, con ironía, decía que no fueron los votos de los corregimientos los que eligieron a Pastrana, sino los corregimientos de votos patrocinados dizque por una “consultora electoral alemana” cuyo nombre era Fraude.  

Con fraude o no en las urnas electrónicas brasileñas del 26 de Octubre, lo cierto es que la victoria de Dilma se ha transformado en victoria de Pirro. El gobierno no sabe qué hacer. O mejor: al día siguiente de las elecciones comenzó haciendo lo que decía que su oponente haría: elevó impuestos, aumentó la tasa de interés y le abrió la puerta a todas las maldades necesarias para controlar una inflación desenfrenada por una década de gastos públicos sin control, gracias a políticas sociales que le dan becas a todo el mundo sin exigir contraprestación y que distribuyeron dinero de los contribuyentes brasileños en empréstitos benignos a países africanos y latinoamericanos, con la finalidad de catapultar a Lula a las cumbres del escenario internacional como virtual candidato a la Secretaría de las Naciones Unidas. Con certeza, vendrán muchos rayos en este horizonte cargado de sospechas y con la sociedad insatisfecha por la inflación creciente y la endémica corrupción lulopetista.

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